Chile (digno), lxs intelectuales y el pueblo, por raúl rodríguez freire

Chile (digno), lxs intelectuales y el pueblo, por raúl rodríguez freire

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Debe componerse un mundo común vivible pedacito a pedacito,

o no se compondrá nada

Donna Haraway

Un tornillo cayó al suelo

En esta noche oscura de horas extras

            Sumiéndose verticalmente, tintineando ligeramente

            Nadie le prestará atención

            Al igual que la última vez

            En una noche como esta

            En la que alguien se lanzó al vacío.

Xu Lizhi.

  1. Xu Lizhi fue una “pieza prescindible” (un bien, diría Ignacio Briones) para el llamado ground-staff de la globalización. Un trabajador de la Foxconn, empresa encargada de producir en China el Smartphone que usamos en nuestras discusiones de Tweeter o Facebook. “Me duermo estando de pie” es un poema de enorme radicalidad, así como toda su pequeña obra. La literatura apropiándose de las manos de quien debe usarlas no para sujetar un lápiz, sino un destornillador, herramienta que se transforma en una pluma de acero con la cual Lizhi (un iSlaves) permite re-conocer la base i-material de la clase media profesional, esa que en Chile gana sobre el millón (menos del 15% de la población económicamente activa) y tiene tiempo para pelear por las redes. Su escritura hace emerger una fabrilidad literaria que pone en cuestión la separación que lo fija al mundo del ruido, el del trabajo en-ca-de-na-do, mundo del cual la cómoda posición del intelectual biempensante dice preocuparse, para así desentenderse de su propia fabril-intelectualidad, asumiendo más su posición de empresario que de trabajador. Lizhi se suicidó el 2014, a la edad de 24 años, lanzándose de su dormitorio/departamento, ubicado en el piso 17 de un edificio de Shenzhen, posiblemente sin afectar, siquiera mínimamente, una máquina que ya en 2012 se jactaba de producir 12 teléfonos por segundo, usando, entre otros minerales, el cobre y el litio extraídos del norte de Chile. Su muerte es una de las miles que acometen anualmente las y los trabajadores del capitalismo i-material que habitan el “sur” global. Otro de sus poemas se titula “Taller, mi Juventud se estancó aquí”, mientras que algunos de los versos que dejó sin publicar describen cómo operan las empresas que ensamblan nuestros teléfonos: “En cuanto ingresas al taller / la única opción es la sumisión”; “Observar que eres molido día y noche / Presionado, pulido, moldeado / Por unos cuantos míseros billetes, a los que llaman salario”. “Presionado, pulido, moldeado”, el montaje se vuelve sobre el montajista que presiona, pule y moldea la mercancía que se apoderó de su cuerpo, pero también de los nuestros mediante la captura de los ojos. El anticipo de su porvenir lo describió como la simple caída de un ínfimo objeto. Para que nadie más salte al vacío es que a estos productores de nanotecnología incluso se les está negando la posibilidad del suicidio, clausurando las ventanas de sus nanodepartamentos, si así se puede llamar a los 10 metros cuadrados en los que (sobre)viven.

 

  1. Ya no vivimos en una época modelada bajo el modo de producción y trabajo impuesto por Henry Ford, pero su espectro ha logrado articularse al llamado toyotismo, mediante la organización de algo así como un neotaylorismo acoplado a la transparencia, flexibilidad y precarización que la Mercedes Benz impone, por ejemplo, en Singapur, dando lugar a un escenario que Emile Zola y las novelas naturalistas del siglo XIX narraron crudamente y que recuerda un libro titulado La condición de la clase obrera en Inglaterra, un escenario que comienzan a compartir cada vez más sectores profesionales. David Harvey también lo ha señalado con una frase que ya habrán escuchando: “Estamos volviendo a las condiciones de trabajo del siglo XIX, que es a lo que apunta el proyecto neoliberal”. Ello implica entones un empobrecimiento brutal de la población mundial, pero también la emergencia de una subjetividad que sin miedo se le opondrá. Los empresarios, lo sabemos, compiten entre sí para mejorar sus márgenes de ganancia, y ello ocurre no mediante la inversión, sino mediante la reducción de los salarios. El documental El verdadero costo, de Andrew Morgan, lo muestra en toda su complejidad. Que existan sueldos de 12 euros para obreros de 10 o menos años es necesidad del capital. Pero China, el principal socio comercial de Chile, no exporta solo ropa o teléfonos, también un modo de organizar la vida y el trabajo. Y no solo el trabajo de las y los asalariados, también el de las y los emprendedores, incluyendo el de quienes lo hacen como freelancer. Y a estas condiciones crecientes de precarización y explotación debemos sumar el agotamiento del mundo, límite exclusivo del capital, y a cuyo agotamiento también contribuimos, así sea de manera indirecta, cuando prendemos una estufa o encendemos un auto. “Entre mayor sea el número de personas involucradas en las formas modernas de consumo”, señala Timothy Clark, “la influencia relativa o la responsabilidad de cada uno es menor, pero el impacto acumulativo de su insignificancia resulta peor”. Necesitamos, en consecuencia, un cambio de rumbo lo más radical posible, y para ello, hay que apostar con claridad y determinación por un proyecto comprometido principalmente con aquellas y aquellos que no tienen parte, las y los trabajadores, que son quienes más sufren las consecuencias del daño que el capital y su modelo “civilizatorio” producen mediante su expansión.

 

  1. Las y los trabajadores son quienes constituyen lo que llamamos pueblo, un pueblo que ha comenzado a reemerger, políticamente, en el momento en que ha comenzado a interrumpir el modelo instituido por la dominación de los Prósperos que viven a expensas del trabajo, el cuerpo y las mentes de otras y otros. El pueblo, recordó un filósofo, no cuenta con la riqueza de los pocos (oligoi) ni con la excelencia de los supuestamente mejores (arete), sino con la libertad, única capaz de producir la democracia. Nunca homogéneo, nunca idéntico en el tiempo, ni en el espacio, el pueblo tiene como condición su diferencia: está compuesto por aquellas y aquellos que no son élites. El pueblo, en su pluralidad y en su precariedad, vive bajo condiciones económicas de existencia que le distinguen por su forma de vida, por sus intereses y por su cultura, de aquellos que viven a su costa. Por lo tanto, no hay contenidos que lo definan (estos cambian en virtud del tiempo y del espacio). Su principio estructurante más bien se encuentra en las fuerzas y relaciones que sostienen su diferencia. El pueblo es una comunidad -y repito, nunca homogénea, nunca idéntica-, que no necesita (de) representación, sino de los medios que le permitan instituir una política que no persigue otra cosa que la igualdad. Al hacerlo, sus constituyentes serán vistos como animales ruidosos, molestos e insolentes, a los que no se les entiende, y que por ello es mejor no escucharles. Pero esta sordera será sorprendida cuando ocurra lo impensable: la institución de otro orden por parte de aquellos que supuestamente no saben de orden, y ello es posible simplemente porque comparten las mismas propiedades de los ricos y de los supuestamente mejores. Una mujer es todas las mujeres y un hombre es todos los hombres, señaló Clarice Lispector. El problema, como vemos a partir de la poesía de Xu Lizhi, no es de habla, sino de escucha. Lamentablemente la sordera es compartida por esa entelequia que llamamos “intelectuales”, que temen perder la atención (y la comodidad) que han alcanzado, que hemos alcanzado, sin darse cuenta que al no asumir el reto lanzado por el pueblo, el único capaz de hacerlo, por cierto, se condenan a su irrelevancia. Por lo que deben elegir: mantener el orden establecido o contribuir a imaginar otro.           

 

  1. Cuando niño mi abuela materna nos habló del Tren de la libertad. Con mi abuelo, trabajó en la campaña que llevaría a Allende a la presidencia… pero años después acabaría votando por el Sí. Luego del triunfo del 70, por cuestiones ajenas a la política se separó. Así que, sola y con 3 hijos, tuvo que asumir una vida difícil, afectiva y económicamente. El giro hacia la derecha comenzó poco después, pero, especulo, se cristalizó cuando, con mi mamá y mis tíos, niños en ese entonces, un día no alcanzaron a llegar a su casa (la misma en la que crecí) antes del toque de queda. Desde una camioneta, un soldado les apuntó con una metralleta, e insultándoles les permitió seguir adelante. Estaban a una cuadra. Poco después mataron a alguien en la esquina y algunos vecinos se fueron al exilio, luego de allanamientos, detenciones y torturas. Esto en una pequeña ciudad de provincia, la misma donde nació, por azar, Violeta Parra. Los 80 fueron años de pobreza, pero en casa se encargaron de que no se notara, y así fue. Nunca faltó la comida para las y los niños, y logramos ser felices a pesar del horror que se vivía en el país y a pesar de lo poco que teníamos. Fue el miedo, un miedo que se extendió por muchos años, hasta borrar la posibilidad de votar nuevamente por un Allende, el que la llevó a creer que Pinochet debía continuar. Ya vieja y con una pensión miserable, comenzó a poner en duda aquel voto y los que seguirían. Cada una y uno de nuestra familia tuvo una relación singular con ella. Pero hay acuerdo en que era una mujer fuerte, de carácter, enojona cuando había que serlo y risueña cuando había que serlo. Lo que hoy estamos viviendo me hace pensar en ella. En que debió tener una mejor vejez. La tuvo, gracias a hijxs y nietxs, pero pudo ser mejor. Lo que más recuerdo es su risa, una risa y una felicidad que se fue acentuando con los años. Con miedo la risa y la verdadera alegría se pierden en un sinfín de cavilaciones, y la vida se nos va, entre penurias e injusticias, lastimosamente sin poder disfrutarla y menos recuperarla.

 

  1. La actual coyuntura ha catalizado una pasión que nunca antes había visto en Chile (sí leído). Se está cristalizando una potencia capaz de impulsar las transformaciones que no solo el país, sino el mundo entero requiere, y que no tiene que ver solo con esta elección, sino con lo que viene ocurriendo en los últimos años y con mayor fuerza desde el 18-O. Y ello no ha sido fruto de una persona, sino de un pueblo que, en su diferencia estructurante, ha logrado reinstalar su voz ya no como ruido, sino como canto y modo de vida, esto es, una política dignificante e instauradora de un orden feminista, igualitario, diverso, ecológico, plurinacional y democrático. Esta política es la que nos ha llevado a miles, independientes y no independientes, hacia Chile Digno y no hacia otro(s) agenciamiento(s), porque creemos que solo el pueblo del que venimos o formamos parte puede recomponer, pedacito a pedacito, un mundo en el que no solo las y los humanos, sino todo viviente, tendrá parte. Es cierto, en esto hay acuerdo en “Apruebo dignidad”, pero la dirección, el estilo y los énfasis que cada alianza le ha dado a sus respectivos proyectos (y programas) no es la misma, ni está dirigida a los mismos sectores. Es más, una apenas me interpela, a pesar de estar dirigida «a gente como uno». La franja lo muestra muy bien, y más allá de ella, no es difícil percibir cómo una confluye en un candidato (que desaparece el la franja de cierre), mientras la otra lo enaltece. Una ha entendido que su fuerza viene de los que no han tenido parte, otra de la amplitud que puede lograr. Y aquí estoy con el “pueblo”, que no fetichizo ni romantizo, pues como uno, está lleno de contradicciones, pero es indiscutible no poner sobre la mesa lo que ha logrado por sí solo, poniendo el cuerpo, cuerpo que ha sido mutilado y violentado como no lo ha sido otro. No desconozco la necesidad de las alianzas, pero estas deben entablarse una vez que se haya avanzado y nos hayamos fortalecido en la posición que aún se está construyendo. Este domingo tomaremos un nuevo camino, un camino que no comienza ahora, ni tampoco concluye en noviembre; ni siquiera en el próximo gobierno. Pero será un nuevo comienzo, un comienzo que nos permitirá cantar con fuerza: ¡Venceremos y será hermoso! Este domingo, cada plaza desde la que se cante el triunfo será una plaza de la dignidad.