El coronavirus y el colapso de la modernización, por Roswitha Scholz y Herbert Böttcher

El coronavirus y el colapso de la modernización, por Roswitha Scholz y Herbert Böttcher

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El coronavirus es el detonante, pero no la causa del agravamiento de la situación de crisis. Acelerará el derrumbamiento del capitalismo. A diferencia de la crisis de 2007-2008, que se concentró en los bancos “relevantes para el sistema”, ahora hay que sacar de apuros a la economía real con millones en ayudas. Se reclama de nuevo al estado (social), que durante el cortejo triunfal del neoliberalismo ha sido desacreditado como hamaca social y lastre para la competencia para la localización de inversiones. Lo que se había exhibido con orgullo como modelo de éxito de un capitalismo de localización de inversiones y “empujado por las finanzas” no era más que una estrategia para alargar la crisis del capitalismo. No por causalidad, el coronavirus nos encuentra con un sistema de salud en gran medida privatizado y deteriorado por los recortes, y en las regiones en crisis, con el derrumbamiento casi completo de las estructuras de mercado y estado.

Ya en los primeros experimentos neoliberales en los años setenta, como el que Augusto Pinochet —apoyado por los Chicago-Boys del entorno de Milton Friedman— impuso en Chile bajo una terrible dictadura militar, los críticos señalaron que allí se actuaba según el lema “El estado social esclaviza. El estado policial nos hace libres”. De hecho, la posterior historia del neoliberalismo y el agravamiento de la represión se alineó sobre todo en contra de personas que se convirtieron en superfluas para la valorización del capital: desde los desempleados a los trabajadores precarios, pasando por los refugiados, hasta los enfermos y mayores, poco rentables. La exclusión y represión no son sencillamente productos del capitalismo neoliberal, sino que son responsabilidad de la conexión entre capitalismo y democracia, liberalismo y represión, en los que se fundamenta el “Estado de excepción”. Ya en las últimas décadas, el “Estado de excepción” se ha convertido cada vez más en “estado de normalidad” sobre todo para los refugiados. Bajo la presión de la crisis del coronavirus ha habido deportaciones colectivas forzadas desde Grecia a Turquía. Del mismo modo, también es de temer que, ante la crisis del capitalismo agudizada por el coronavirus, las represiones estatales ejercidas por primera vez bajo actual contexto se intensifiquen —en vista del embrutecimiento creciente de la fuerza policial y el poder judicial (corrupción, conexiones mafiosas, entre otros)—.

Como ocurrió en el 2015 con la “cultura de bienvenida” [de los refugiados], esta vez no se puede confiar en las invocaciones a la solidaridad. Desde los círculos políticos a nadie se le ha ocurrido que en medio de la crisis que atravesamos tendrían que mejorar los “ingresos” de los sintecho y los mendigos. Las oportunidades de obtener limosna de transeúntes y/o la posibilidad de recoger botellas se han reducido dramáticamente[1]. Tampoco se ha desperdiciado ningún pensamiento solidario desde la política para el apoyo de personas que dependen del Hartz IV [subsidio popular] y de la pensión mínima, que se ven enfrentados a una situación alimenticia cada vez más grave debido al acaparamiento de productos baratos y por la suspensión de los comedores sociales y las ollas comunitarias. La solidaridad política llega en el mejor de los casos a aquellas personas cuyas capacidades pueden aprovecharse para el sistema y a los relevantes para el mismo y, como mucho, a los ancianos, que tras una vida de trabajo se han ganado la jubilación.

En esta situación es sobre todo a las mujeres a las que se apela como salvadoras de la crisis. Reciben mucha atención por el momento dado su rol. Sin embargo, habría que considerar que este reconocimiento se da en la fase de desmoronamiento del patriarcado capitalista. En él, a las mujeres les corresponde cada vez más la lucha por la supervivencia. Su significado y función se tendría que pensar, por tanto, dentro de esta conexión, en lugar de exigir únicamente la revalorización de las actividades ejercidas por las mujeres y un salario suficiente. El proceso de crisis global fundamental debería ser el punto de partida del análisis y también de las reflexiones para las vías de intervención.

Entre tanto se multiplican las voces de los que exigen los derechos liberales de la libertad, que al mismo tiempo insisten en una vuelta a la normalidad por el interés de la economía. A tal fin, hay quien también está dispuesto a sacrificar a personas a la locura social darwinista. A las personas mayores se les despoja del derecho a la vida[2]. Menos sorprendentemente, piden la palabra también los así llamados “pensadores de la ética económica” como Dominik H. Enste en el Tagesspiegel (24/03/2020). Bajo la perspectiva de la lógica utilitarista exige que la salud no debe ser demasiado cara. Pone a los británicos como ejemplo: Ellos “han demostrado claramente lo que debe costar alargar una vida: 30.000 libras, en casos excepcionales hasta 70.000 u 80.000 libras”. No se necesita mucha fantasía para imaginar que en el futuro aumentarán las exigencias según criterios de selección basados en “factores de coste humano”.

Debe prepararse el momento en que la supuesta normalidad del capitalismo se ponga nuevamente en funcionamiento y en que la economía se reanude. Es de temer que esta conduzca a nuevas restricciones y fracturas sociales, que también pueden conducir a disturbios y saqueos, tal como ya se ha vislumbrado en Sicilia. Para combatirlas la policía y el ejército están preparados para el “estado de excepción”. A fin de ponerlo en marcha hay planes del ministerio de Justicia de EE. UU. para poder encarcelar a personas ilimitadamente y sin proceso judicial[3]. Con ello se ampliaría Guantánamo a la totalidad social. Las discusiones actuales en Alemania señalan la tendencia a que el desescalamiento del “estado de excepción” de toda la sociedad debe estar acompañada de la mantención del “estado de excepción” para personas mayores y grupos de riesgo, es decir, de su aislamiento.

Las personas que, en el contexto de la individualización y la “empresarización de sí”[4] fueron maltratadas, están expuestas al aislamiento y a las nuevas olas de empobrecimiento, represión y embrutecimiento. Sobre todo, las clases medias están divididas entre el estrés convertido en un símbolo de estatus y el imperativo de relajarse propio de la industria del búscate a ti mismo, para la que la relajación significa el rendimiento máximo posible, desgarrándose aquí y allá, sin que se pueda encontrar un yo sano y sanador. Ya se están mostrando las consecuencias sociopsicológicas del aislamiento en forma de depresión y el aumento de la violencia, especialmente contra las mujeres, en situaciones en que las personas están completamente retrotraídas a sí mismas y a su entorno inmediato. El sujeto de la competencia dirigido a la “lucha de todos contra todos” amenaza con aterrizar en una lucha social-darwinista sin consideración de las pérdidas, tanto más cuanto menos regrese la normalidad acostumbrada y se propague con ello el empobrecimiento y el declive social.

Lo que Robert Kurz ha descrito en muchos de sus libros y lo que conocemos sobre todo por las regiones globales en proceso de desintegración, se experimentará sensiblemente de manera plena también entre nosotros. Desde los movimientos sociales y la izquierda no se tomaron ni se toman en serio las posiciones de la crisis y el colapso como la crítica de la escisión-valor, cuando no se ignoran. No obstante entre tanto han aparecido dudosas fantasías conspiranoicas como la de Dirk Müller (“Mr. Dax”) y análisis del derrumbamiento como los de Friedrich/Weik, que tras el “mayor Crash de todos los tiempos” aspiran a un capitalismo que funcione aún mejor. Las izquierdas se apoyan en un híper socialdemocratismo con Green New Deal, redistribución, expropiación, etc., que se mantiene dentro de la forma capital. La otra opción: la humanidad entera, en contra del “1 por ciento” de los propietarios, se declara como clase trabajadora y toda desgracia se remite sobre todo al neoliberalismo y no al capitalismo y a su “contradicción en proceso”.

Según como se desarrolle la crisis, la ocupación alternante del polo del mercado y el estado será cada vez menos posible porque el agravamiento del proceso de crisis choca también de manera cada vez más aguda contra sus límites inmanentes. Un retorno al Estado-Nación sería fatal. El cierre de fronteras es señal de desorientación y muestra más bien una actuación compensatoria. En su lugar, se habrían de anunciar pragmatismo y colaboración a nivel internacional para la contención de la agudizada crisis actual a causa del coronavirus. Investigación, transferencia de bienes, etc. y la producción de bienes importantes para la vida deberían regularse más allá de las fronteras nacionales, sin burocracia y de manera gratuita, para contrarrestar posteriores consecuencias de carácter bárbaro. La situación de coacción exige ayuda mutua y la colaboración. Tal pragmatismo y una colaboración de tal calibre no debería confundirse de manera cursi con el surgimiento de otra sociedad. Esta solo puede aparecer en el horizonte cuando se llegue, pensando y actuando, a una ruptura con las formas de socialización del valor-escisión.

Notas:

[1] En Alemania existe un sistema de recogida de botellas y latas para fomentar su reciclaje y/o reutilización. Al entregarse vacíos en los supermercados, las personas reciben la devolución de una pequeña cantidad de dinero que se paga con la compra del producto que contenía dichos envases (cerveza, agua, refrescos, etc.). Debido a la existencia de este sistema, es habitual que muchas personas sin hogar o bajos recursos se dediquen a la recogida callejera de estos envases para asegurarse algún ingreso extra. (Nota de la T.).

[2] Véase Benesch, Klaus, “Money before Lives”, Telepolis, 26/3/2020.

[3] Véase Floria Rötzer: “US-Justizministerium will im Notstand unbegrenzt ohne Prozess inhaftieren können”, en Telepolis, 23/03/2020.

[4] Se ha utilizado la expresión “empresarización de sí” para traducir la expresión alemana “Ich-AG” (cuya traducción literal sería “Yo, S.A.”. Con este término se apela a algunos de los discursos de subjetivación presentes en el capitalismo tardío que han sido fuertemente criticados por la sociología y filosofía de raigambre foucaultiana. En el ámbito hispanohablante este asunto se suele denominar con la denominación escogida. (Nota de la T.).

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Traducción de Clara Navarro Ruiz.

(Se han revisado las traducciones portuguesa y castellana disponibles en la siguiente URL: http://www.obeco-online.org/)

Texto escrito por Roswitha Scholz por la redacción de EXIT! y Herbert Böttcher por la dirección de EXIT! y Okümenische Netz. mimesis agradece a Roswitha Scholz por autorizarnos a republicar este texto, que inicia una serie de traducciones de su trabajo por nuestra editorial.

Imagen: Extracto del gráfico diario elaborado por la Universidad Johns Hopkins.