¡Humanos, demasiado humanos!, por Mary Luz Estupiñán

¡Humanos, demasiado humanos!, por Mary Luz Estupiñán

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Se especula lo que pasará cuando la pandemia termine… serán grandes eventos. Este es el último estertor del neoliberalismo, declaran algunos. Será el momento de ensayar un estado y una sociedad más solidaria. Que emergerá un verdadero comunismo. Los menos entusiastas, prevén que el capitalismo una vez más logrará una maniobra de las acostumbradas y saldrá airoso. Los tesoros fiscales saldrán a su rescate. Ya ha pasado antes, volverá a pasar ahora, está pasando.

Y no faltan las cápsulas de historia. Por supuesto que la genealogía de las enfermedades y los virus hacen parte de este ejercicio de comprensión de lo que nos está pasando. Queda claro que no hay nada de novedoso en el SARS – CoV – 2 y, sin embargo, nos sentimos desorientados, reaccionamos ansiosos, compulsivos. Tal vez sí hay algo que se nos escapa de los marcos de comprensión conocidos. Intente extraer lo inédito, sin despojarse de la dimensión temporal; esta nos ayudará a salir de la paranoia, aquel de la inmovilidad.

Pero si hay algo que sorprende en muchas de las reflexiones que circulan es la falta de imaginación política y prosaica. Las reflexiones se mueven en los mismos códigos, los mismos polos, el mismo lenguaje.

¡Humanos, demasiado humanos! Seguimos pensando que el problema es nuestro y solo nuestro. Son muy pocas las reflexiones que se aventuran a ver los tentáculos que este virus extiende hacia otras zonas. Hacia la biología, la geología, la ecología, la botánica, la minería, la agricultura. Hace un buen tiempo que los estudiosos de la crisis ecológica y ambiental estaban advirtiendo sobre la aparición de nuevos virus y reaparición de algunos viejos. El sarampión está nuevamente entre nosotros. El ébola no está del todo erradicado, pero está en los países africanos, fáciles de olvidar.

Y ¡qué autorreferentes! Más de uno liberó su libro para la cuarentena. Qué confianza en sí mismos, qué miopes. En qué momento se supone que alguien podría leerlo.  De hecho, quiénes podrían leerlo. ¿Será que ven la oportunidad de aumentar sus seguidores? Lo que la cuarentena revela superficialmente es aquellos potenciales lectores han debido cambiar la oficina, la sala de clase, por la casa. Olvidan, tal vez, que “no son vacaciones”, es cuarentena. ¿En qué se diferencia esta actitud de las políticas educativas del gobierno, de las universidades? Recuerde: “no son vacaciones”, es cuarentena.

Y no falta quien aprovecha para recordar lo que ha escrito, estudiado, investigado al respecto. Estamos en el filo del desbarrancadero y desaprovechamos el tiempo para enrostrar lo inteligentes que somos.

Otros exhiben su día a día. Muchos opinan, se graban y comparten. ¡Qué autoconfianza! Otros llevan un diario del confinamiento para procesar lo difícil del encierro. Lo que ello indica es que no sabemos vivir con nosotros mismos y que quedamos prontamente suspendidos en el presente.

Esas son solo algunas de las actitudes que exponen la zona menos interesante de nuestras vidas, mientras se activa el modo espera.

Pero no espere a que el cambio llegue después de la pandemia viral y social. Empiece ahora. Deje de postear compulsivamente imágenes de sí. Deje de pensar y de actuar como si el mundo se redujera a uno mismo. Deje de jugar al prestigio del me gusta. Deje de quejarse por el teletrabajo, interrúmpalo. Juegue con la polisemia. Conéctese, pero de otra manera, no necesariamente por zoom. Ya sabemos que cotiza y que hoy por hoy cotiza muy bien gracias a nosotros. Haga gestos gratuitos, cocine, cuide, haga huertas, jardines, pero no los exhiba. Extraiga aprendizajes y compártalos, sólo si ese gesto puede ayudar a otros, de lo contrario no sature, no gaste energía en vano.

Deje de promover su libro, sus yoicas columnas de opinión que merodean sobre lo mismo. Haga otro ejercicio, mientras llegan los grandes cambios hágase preguntas mundanas. Se insiste hasta el cansancio que lo que hay que hacer es cambiar nuestro modo de vida, es decir, nuestra forma de abastecer el capitalismo, ese monstruo que todos señalamos pero que también alimentamos. ¿Sería capaz de vivir con menos? ¿podría compartir su sueldo con otros? la precarización se profundiza por esos días y pronto muchos caerán en la pobreza. ¿Dejará que cada quien resuelva su existencia como pueda? ¿De qué gesto solidario es capaz? La solidaridad no es dar lo que me sobra, sino ser capaz de compartir eso que consideramos vital para nosotros porque también lo es para otros.

Recuerde que los que están en casa somos una mínima parte de la población. Es una prerrogativa poderse guarecer y resguardar en esta situación. Somos pocos los que podemos seguir leyendo, viendo películas, probando una nueva receta. Pero no confunda esta posibilidad con privilegio. El privilegio es de aquellos que pueden decidir en cuál de sus casas pasar la cuarentena. Incluso infringirla porque se creen omnipotentes. Los cuidan, no tienen que cuidar. Pueden pagar cualquier costo… ya sabemos el resto.

No confunda el privilegio con una vivienda digna, con un sistema de salud, con acceso a la educación, con garantías laborales, con nutrición, incluso con acceso a internet.

Los ricos tienen esto y más, mucho más. No necesitan proteger este planeta. Están ahora mismo probando su distopía negacionista; creen que pueden irse a vivir a otro lado o que lo que queda de planeta es para su disposición. Pero solo tenemos este y seguiremos compartiéndolo por un tiempo más. Así que empiece a desmontar lo neoliberal que nos trama.

Haga gestos pequeños. No abastezcamos amazon. Ya sabemos que es el segundo hombre más rico del mundo (¿o el primero?). No compre en supermercados de cadena. Ya vio las ganancias. En un mes recuperaron las bajas ventas de octubre-enero. Como en la revuelta, siga con la tienda de la esquina, el mercadito de barrio. Y si no es suficiente, busque y comparta datos de abastecimiento alternativo. Hay varios circulando. Ideal que podamos producir nuestro propio alimento, pero mientras ello ocurre, mientras las huertas de balcón brotan, ayude a los microproductores a subsistir. Cree redes de intercambio y reutilización de material.

Y si los recientes incendios de la Amazonía, los de Australia y los que se siguen multiplicando a pequeña escala por todas partes no lo convencen de que el desastre ya está entre nosotros y no ve la necesidad de pensarse cósmicamente, en fin, si su preocupación sigue siendo humanoide, deténgase y piense más allá de su grupo. Verá que los pronósticos de gobierno total vía el big data aún llevarán su tiempo. Hay aún zonas de la población, de su ciudad, de su país y de otros, que aún no tienen cuenta de banco, menos tarjeta de crédito. No están en esos registros transables. Y no porque se reúse voluntariamente, sencillamente no cuentan. Tampoco gozan de conectividad. En ningún lugar, ni en Corea del sur ni en Estados Unidos, la conectividad es total. Cuando piense más allá de sí, piense en los migrantes indocumentados, en los refugiados, en los desplazados, en los que viven en campamentos, debajo de los puentes, en los que están atrapados en tránsito. Verá que hay zonas opacas que no entran en el pronóstico. Si este virus se da en un marco global –quedan muy poco zonas por reportar el contagio, si es que ya no lo están– interésese también por esas vidas desestimadas sistemáticamente en otros lugares. Hace una décadas alguien nos enseñó a pensar que esas vidas también importan. No solo la mía y la de mis cercanos. Que la conmoción no sea selectiva. Suspenda el yo, ensaye otro tiempo, otro ritmo, otro espacio. Exceda la empatía.

Continúe la revuelta por otros medios. Tal vez si se intentan otros vínculos, si se convocan otros cuerpos podemos mantener las microprácticas que la revuelta habilitó. Si la cuarentena desactiva la revuelta es porque lo que se fraguó es aún muy frágil. O que ud no ha logrado intersectarla. Sabemos que la cancelación de alternativas no capitalistas fue un cometido temprano del neoliberalismo. Por eso cuesta tanto convocar otras formas. Ese ha sido uno de los desafíos que los feminismos han mantenido vivos hace ya un tiempo. Ensaye descolonizar el lenguaje y la imaginación. Intente pensar más allá sí, incluso de nosotros, los humanos y sus estrechos marcos. Y no se deje paralizar. Empiece ya.