0. Las causas no importan, y sí las resistencias

Hace unos días una amiga poeta española muy solidaria me pregunta qué está pasando en Puerto Rico y yo le cuento de la hermosura que son estas semanas de protestas masivas y le cuento de lo que veo con euforia. Ella, sin embargo, me pregunta por las “causas” de la protesta. Pues yo le explico que si el chat, que si la corrupción, que si los fondos federales para la recuperación post-María, que si la Junta, que si Trump… Y de pronto la amiga española me pregunta lo temido: ¿pero explícame de nuevo el estatus político de la isla? ¡Puñeta! Acá vamos otra vez. Los puertorriqueños estamos condenados a la explicación de nuestra supuesta excepcionalidad. Hago lo que todos hacemos (¿lo quieres en español o en “el difícil”?), resumo lo más rápido que puedo las peculiaridades históricas de cuatro siglos de colonialismo español y esclavitud, la invasión americana del 98, la constitución del 52, el neoliberalismo de las vacas gordas en los noventa, la crisis económica que “comienza” en el 2004, la imposible deuda de 72 billones de dólares a Wall Street, la relación simbiótica con la diáspora y el decrecimiento poblacional diseñado, la Ley Promesa (La Junta), los 4,645 muertos del huracán María, y el sinvergüencismo de la élite criolla y blanca que nos gobierna. Como bien sabes, lector boricua, luego de explicar el estatus colonial de la isla también tienes que decir tu preferencia (independencia, anexión o colonia) y dar razones convincentes. Y tienes que dar el resumen bien rápido porque no hay tiempo que perder. 

La amiga española solidaria, que bien que me conoce, se percata que le cuento todo esto con molestia, que ya estoy cansado de repetir esta misma historia, que llevo días explicando lo mismo a demasiada gente acá en Gringolandia, que lo que le quiero contar al resto del mundo es la furiosa ternura de nuestra insurgencia, no la historia de nuestra opresión, que no quiero contarle de la imbecilidad del gobernador Ricky Rosselló, sino de las tres mil motoras del Rey Charlie tomando el Viejo San Juan, que no quiero volver a contarle la historia de nuestra humillación colonial, sino la luminosidad feminista y cuir de nuestra resistencia. 

Tengo la suerte de que mis amigos son brillantes, y la amiga española, como buena poeta, es sensible a mi hartazgo, y me dice que es verdad, que las “causas” no importan porque son las mismas en todas partes (austeridad, destrucción de la vida, persecución de la diferencia, sexismo, racismo, homofobia), y luego añade “lo diferente de tu país es cómo luchan, cómo perrean” me dice. Y ahí, en ese “cómo perrean”, me desarma, y mi hartazgo se va, y la vuelvo a querer, porque ha identificado lo que verdaderamente es interesante, la diferencia, la particularidad de nuestra lucha de la que otros pueblos pueden aprender para tumbar a sus tiranos. La opresión del capital y el patriarcado es una fórmula global, un mundo que imponen desde arriba a todas las esquinas del planeta. Lo interesante está en la diversidad de maneras que creamos para resistir desde abajo, creando munditos de insurrección plural. Todo eso en la voz de la amiga española que se maravilla de cómo perreamos. En ese ánimo, de contar la diferencia en nuestra lucha, 10 apuntes sobre las protestas en Puerto Rico del pasado par de semanas (12-28 de julio de 2019). 

 

  1. No hay líderes, pero sí personajes

En un país de tres y medio millones de personas, cientos de miles protestan por quince días, incluyendo dos manifestaciones masivas: una de  tres mil personas y otra de un millón –casi un tercio del país. Y lo hacen sin líderes. Ningún partido político, sindicato o asociación de estudiantes convoca, ningún caudillo toma protagonismo. En este sentido, la furia colectiva en Puerto Rico nos recuerda a movimientos acéfalos como Occupy, el 15-M en España o las protestas de Junio de 2013 en Brasil, si bien, proporcionalmente, las protestas en Puerto Rico han sido mucho más grandes, incluyendo cientos o miles de boricuas en la diáspora que suspendieron todo para irse a luchar en la isla. Es verdad que esto ha sido una erupción espontánea de digna rebeldía. Pero lo espontáneo no quita lo bien organizadas que han sido estas protestas. Aprendemos acá que no necesitamos ni instituciones ni líderes para organizarnos bien. Ni mucho menos permisos de la policía. Cada persona tiene una tarea y una función durante la protesta; incluso los que estamos afuera del país tenemos bien definidas nuestras tareas desde el exilio. El que no haya líderes tampoco significa que no haya personajes. Porque cada día de las protestas emerge un nuevo personaje popular que inmediatamente se convierte en un mito: las dos señoras que van por las oficinas del gobierno a tirar a la basura las fotos del gobernador (#rickyteboté), la “cacerola girl” que todos vemos por el live feed importunando a los policías –que si no fuera por las cámaras le hubieran dado una paliza allí mismo–, el Rey Charlie que organiza corridas con miles de motoras que acojonan a las fuerzas de represión y pompean la resistencia activando a los caseríos en nuestra lucha, la muchacha que perrea frente a la catedral en un bikini con la bandera de Puerto Rico, la draga que en el primer día de protestas levanta un cartel que dice “Puta pero no pilla”, incluso los llamados pelús (los “revoltosos de la UPR”, de los que me siento parte) nos hemos convertido en personajes populares como tantas y tantos otres. Son personajes que rápidamente se convierten en mitos, en superhéroes, en diosas, que condensan la particularidad de nuestra lucha como una novela revolucionaria salida a la calle…

 

  1. Furia, euforia, insomnio colectivo y redes sociales

“La furia es el único partido que nos une”, nos dice René Pérez. Me dice mi amigo Cruz García, otro boricua acá en Nebraska, que mire mi historial de Google por la última semana para que me ría. Por bloques de ocho y nueve horas veo que a cada dos minutos le doy refresh a Facebook para ver qué ha pasado. Nadie duerme, nadie trabaja, todos estamos permanentemente conectados a las redes, para no perdernos nada, porque lo hermoso de la protesta no es lo mismo el día después, casi como si la realidad fuera virtual, porque aún los que están físicamente en la protesta están también conectados, y nada deseamos más que estar conectados veinticuatro horas al día con todos los otros, literalmente millones de boricuas conectados virtualmente comentando los mismos acontecimientos para derrotar la soledad y la humillación de esta década tan miserable. No queremos perdernos nada. Esta euforia nacida de la furia colectiva, este insomnio que nos mantiene soñando despiertos, es lo más importante en nuestras vidas ahora mismo, y los problemitas que nos individualizan se disipan al menos por estos días. ¿Cómo sostener esto? ¿Cómo podríamos vivir así, permanentemente conectados, fundiendo nuestras inteligencias? Decía el escritor Juan Carlos Quiñones perspicazmente cuando se publicó el chat del gobernador que “¡Todos estamos en el chat”. Sí, pero el nuestro no es un chat secreto entre catorce cabrones riquitillos hipócritas. El nuestro es de millones de personas sin miedo. Hay que decir, entonces, que las redes sociales han fungido un papel fundamental en la sociabilidad (y en la seguridad) de estas protestas, organizando las mareas de gente tan diversa que se une, expandiendo la conversación hasta incluir la diáspora, ofreciendo otra narrativa muy diferente a la de los medios corporativos de Puerto Rico que son tan mentirosos, y también documentando los atentados cada vez más absurdos de la policía de justificar su comportamiento criminal en estas protestas. Fue en el social media que Bad Bunny, Residente y Ricky Martin convocaron a la gente, que los enlaces al Centro de Periodismo Investigativo se mostraron públicos, pero también fue a través de estas redes que pudimos participar de las protestas desde la lejanía, y sentir el estrés de las protestas y la intransigencia de nuestra clase política.  

 

  1. La ferocidad feminista y cuir

No hay líderes en las protestas, pero sabemos que los grupos que abren el camino, que están adelante con el machete afilado cortando la maleza, son los colectivos feministas y cuir. Desde el primer día hasta la gran noche del perreo combativo, han sido las feministas, las banderas multicolores, las camisetas violetas de la Colectiva y el acrónimo de P.U.T.A (puertorriqueños unidos tomando acción), lo que ha identificado a esta insurgencia. Esto marca un cambio histórico interesante: ya no son las protestas lideradas por los machos blancos de la izquierda de antes. Las feministas y los grupos LGBTQ+, de hecho, hacen que estos machos izquierdosos se pongan incómodos y se queden calladitos, amedrentan a los líderes religiosos que son tan oportunistas (no olvidemos que Ricky Rosselló se fue a proteger precisamente a la iglesia), espantan a los burgueses liberales bienpensantes a quienes francamente ya no necesitamos y que se empiezan a sentir como dinosaurios en esta lucha. Pues bien. Pero también significa algo más profundo. Hay muchas ideologías en esta lucha, pero también hay mucho cuerpo, el feminismo y la lucha cuir nos politizan el cuerpo, nos devuelven el cuerpo, dejamos de ser intelectuales arielistas teorizando la revolución, y nos ponemos a bailar como los calibanes que somos, pero también a cuidarnos, a protegernos, a alimentarnos, a curarnos las heridas que nos proporciona la policía, a limpiarnos las caras con solución Seattle contra los gases lacrimógenos, a ser más responsables con y conscientes de los cuerpos de les otres que protestan a nuestro lado. ¡En estas protestas se cocina y se alimenta a la gente! ¡No queremos una revolución donde no se pueda bailar! El cambio fundamental que el trans-feminismo nos regala en esta lucha es que le devuelve la vida a nuestros cuerpos, es una lucha por la vida, porque afirmando la vida espantamos a los buitres, porque lo que nos imponen desde los centros de poder financiero de una deuda ficticia es la muerte (por eso se burlan de nuestros cadáveres). El perreo combativo y la grajeara son los actos que coronan esta lucha de cuerpo a cuerpo.

 

  1. Vamos lento porque vamos lejos: niños y jóvenes. 

Veía un reportaje de David Begnaud (que ya se ha convertido él mismo en un personaje en la isla) en donde el gringo bueno (lo digo con cariño) reparaba en la cantidad de gente joven. Decía que la mayoría de los que protestan tienen entre catorce y treinta años. Esa misma noche veo una foto tan hermosa como terrible de una niña de no más de doce años con la cara hinchada y los ojos rojos por los gases lacrimógenos de la represión violenta. En la foto se puede ver a una mujer adulta (¿su madre? ¿importa?) lavándole la cara. A la mañana siguiente leo un cartel sostenido por un adolescente de no más de quince años que dice, “Ricky, cogiste de ‘pendejo’ a la generación equivocada” (“la generación del yo no me dejo”). De pronto pienso que estos adolescentes se han criado en un Puerto Rico mucho más jodido que el mío. Que todo lo que han visto es un país que cada año es más pobre que el anterior, que cada protesta es reprimida con más violencia que la anterior, un Puerto Rico de cientos de escuelas cerradas para pagarle a los buitres, más de cuatro mil seiscientos muertos, destrucción masiva, desempleo, pobreza, enfermedad, crisis climática y las casas vacías de los que se van en donde el pasto y las plantas van creciendo sin que nadie las habite. Recuerdo cómo a mis quince años fui a Vieques a hacer desobediencia civil, y cómo luego estuvimos varias semanas protestando frente a la cárcel federal donde mi tío Othoniel Rosa estaba encarcelado junto a cientos de desobedientes civiles. Participar de esa lucha cuando yo era un muchachito ha marcado mi vida de maneras que todavía no entiendo del todo. Estos adolescentes de hoy están teniendo una educación mucho más tremenda que la mía en las artes de la insurgencia. Aún si Ricky no hubiera renunciado, estas protestas son un éxito tan sólo por la clase magistral en digna rebeldía que les están dando a los jóvenes. Esta muchachería está creciendo fiera y no va a ser tan fácil “cogerlos de pendejos”. Hay victorias en esta lucha que se dan en un tiempo más lento, que veremos los efectos más tarde, en el futuro largo, no en el tiempo rápido de la política partidista, o de la economía según la concibe wall street, y mucho menos en el tiempo de los medios de comunicación. Lo nuestro no es reaccionar al shock de lo inmediato, sino el flow lento de una lucha larga, de una educación en la lucha.

 

  1. Tomar la joyita de la élite criolla

Es maravilloso que las protestas hayan tomado lugar en el Viejo San Juan, la joyita histórica de la élite criolla y blanca por siglos, el símbolo de la colonia que se usa como propaganda turística para los cruceros, ese espacio que apela a una extraña nostalgia por un pasado militarizado de exterminio indígena, esclavización negra y extracción de recursos para sostener los lujos de las coronas europeas, y que hoy pertenece a los turistas gringos y europeos. Esto es algo que decía el profesor César Salgado recientemente. A eso añado que la toma del Viejo San Juan también ha sido muy estratégica cuando se trata de maniobrar y burlar a la policía. He ido a las últimas protestas del 1º de mayo en la Milla de Oro. Todas terminan en represión violenta, y los que protestamos no tenemos a donde correr porque el espacio es demasiado abierto, no hay donde esconderse. Ese no es el caso en el Viejo San Juan, tan lleno de callejones. Reprimen un grupo en una esquina, la gente se dispersa por los callejones y se reagrupa en otra esquina, cansando a los policías. Me decía Ingrid Robyn que esto le recuerda a las comunas de París en el siglo XIX, en las que la organización medieval de las calles y los edificios proveía un espacio perfecto para atrincherarse. Estamos aprendiendo con cada protesta, y con cada protesta perfeccionamos el juego del gato y el ratón con la policía, y nos hacemos más desafiantes. ¿Podremos finalmente tomar el Viejo San Juan, hacerlo nuestro como lo ha hecho por tanto tiempo la gente de la Perla?

 

  1. ¡Qué viva el reguetón!

Los que han estudiado el reguetón saben muy bien que esa música desde sus inicios siempre ha sido política. El reguetón es nuestra contracultura popular como lo fuera el punk en Reino Unido o el reggae en Jamaica. O como lo fuera la bomba y la plena desde hace siglos. Una música, un ritmo (la clave, el dembow) que afirma una identidad que el poder criminaliza (“somos raperos pero no delincuentes”, cantaba Ivy en los noventa). Sin embargo, la izquierda puertorriqueña, a veces tan blanquita y bienpensante, nunca realmente ha podido apelar a esas identidades populares que el reguetón reúne. Repito, el reguetón ha sido político desde sus inicios con gran conciencia social (Ivy Queen, Vico C, Eddie D, más tarde Tego, más tarde Residente), pero la izquierda tradicional boricua siempre lo ha rechazado porque no lo entiende, porque no sabe cómo abrirle espacio en nuestras luchas. ¿Qué pasó en estas protestas que el mundo del reguetón no sólo se nos unió, sino que se convirtió en el soundtrack de la insurgencia (ver “Afilando los cuchillos” de Residente, Ile y Bad Bunny, o “PUTA” de PJ Sin suela)? Hipótesis: los cacos se sienten más cómodos, sorprendentemente para muchos, con la juventud feminista y cuir que con los líderes blanquitos del PIP. Nunca se nos va a olvidar ese perreo combativo feminista y cuir frente a la catedral en donde el reguetón afincó con la lucha para espantar al blanquitismo cristiano y homofóbico allí, en ese centro del poder colonial que es la iglesia católica. Los que no entienden que ese perreo combativo es la verdadera clave de una reunión masiva, no entienden nada de nuestras luchas.

 

  1. El sentido del humor

Una amiga tuitea: “Cabrón renuncia que no puedo concentrarme chichando”. En los comentarios, un amigo gringo que se unió a las protestas le contesta: “Sí, estas protestas son un massive cock-block creando una nueva sociabilidad”. Un amigo me escribe un mensaje meándose de la risa los primeros días de la protesta porque a un amigo que tenemos en común se le puede ver corriendo de la policía con una cerveza en una mano y una botella de solución Seatle en la otra. Cuando finalmente logra esconderse de la policía, confunde los recipientes y se da un sorbo de la solución Seattle en vez de la Medalla. En el tercer día de protestas se hace viral una foto de un cartel que dice: “Pasto a $5”. El quinto día aparece otra foto de un cartel que dice: “¿Dónde está el del pasto a $5?”. El séptimo día aparece otra foto con otro cartel que dice: “Acá volvió el del pasto a $5”. Los que se escandalizan con estos carteles son unos idiotas que no entienden que la lucha en la calle necesita una buena dosis de humor, necesita convertirse en un tremendo vacilón si queremos sostenerlas. Así como nuestra sexualidad es política, también lo es la risa (que también nos devuelve el cuerpo –Reinaldo Arenas que lo diga). El insomnio colectivo del que hablábamos antes sólo es posible con brotes intermitentes de risas. Mientras refrescamos nuestras páginas de Twitter o Facebook, o lo que sea, siempre aparece un meme que nos energiza con la risa. En esta insurgencia acompañamos los slogans con pavera colectiva.

 

  1. La revolución tiene muchas caras, muchas identidades, muchos estilos

Debajo de la lluvia o el sol, a pie, en tapón, en motoras, a caballo, encima de un truck, en una bici, en silla de ruedas, en mahones o en bikini, todos los colores de piel que la genética permite, gente, como la comunidad sorda, que orgullosamente convierte su discapacidad en una lección de dignidad… la diversidad de esta lucha es como un milagro. En la diáspora llevamos dos semanas bombardeando a los gringos con imágenes de nuestra lucha, y, cuando nos prestan atención, los gringos se quedan pasmados no sólo con la diversidad racial, sexual y de clase en la lucha, sino también con los estilos tan diversos de la gente en su ropa, en su baile, en su flow, en su furia. Es un Animal que grita que todo lo diverso es bienvenido, salvo más de lo mismo. 

 

  1. La normalización de la violencia y la desobediencia

En un programa de Telemundo, mainstream y para nada politizado, dos mujeres bien vestidas explican como si nada cómo hacer solución Seattle para combatir los efectos de los gases lacrimógenos. En una lista de 17 reglas para las protestas que circulan por las redes, la primera regla dice: “Va a haber violencia, si no estás listo pues vete temprano”. Parece como un episodio de Black Mirror en el que la represión policial se asume y los policías mismos saben que su único rol ahí en la manifestación es la violencia criminal. Ya todos los sabemos. Esta represión violenta, sin embargo, va a empeorar, y tenemos que seguir aprendiendo nuevas estrategias para neutralizar a estos ejércitos.

 

  1. La inteligencia colectiva

Pensar en panal, ninguna mente individual es capaz de entender la totalidad de lo que hace el cerebro colectivo. Pensar en panal nos hace humildes. Esa humildad nos socializa. La magia de estas protestas espontáneas de un millón de personas ha sido la inteligencia colectiva, la conjugación de un montón de acciones individuales reunidas en una marea de voluntades que nos arrastran a ser más que lo que somos. Valientes no son los que resisten esta marejada de digna rebeldía, valientes son lxs que se dejan llevar.

 

Ñapa

Hay un cartel, que simplemente dice “Por los que quieren regresar”, nos puso a llorar a muchos en la diáspora. Sabemos, desde nuestro exilio, que tenemos un lugar y un trabajo que hacer en esta lucha. Pero qué cosa más cabrona es saber que desde allá nos piensan, que en la isla saben muy bien que queremos regresar, y que toda esta digna rebeldía quiere construir un país al que podamos regresar.

 

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* Originalmente publicado en www.thepuertoricoreview.com/rickyrenuncia

Luis Othoniel Rosa (Puerto Rico, 1985) es autor de las novelas Otra vez me alejo (2012) y Caja de fractales (2017) y de la monografía académica Comienzos para una estética anarquista: Borges con Macedonio. Es el editor de www.elroommate.com

Foto tomada del álbum de facebook del autor.

Comments

  • Acabo de leer los comentarios sobre está jornada tan extraordinaria y maravillosa como la has descrito. Pensé darte mis respetos…pero, pensándolo bien, mejor me imagino de pie, a tu lado; hago un movimiento brusco de mi pelvis enferma y le digo a todos los hijueputas y abusadores del mundo: !Toma, puñeta!

  • Querido Luis Othoniel
    Qué maravilla de concisión de estos 13 días de revolución hemos experimentado. Gracias por escribirlo y dejar constancia desde tu pensar inteligente lo que será parte de la historia que este país celebrara por tantos años. Orgulloso siempre. Ángel.

  • Maravilloso relato de nuestra Revolución del Verano del 2019. Le diste visibilidad a las manifestaciones y aportación de la comunidad LGBTT a esta bendita revolución. Y dejaste muy claro qué es lo que la hace diferente y por diferente exitosa y ejemplo para el resto de la Humanidad. Hay tres frases que surgieron de este movimiento que quedarán grabadas para siempre en los anales de nuestra historia. Tres frases que en sí mismas cargan el significado, y el porqué del éxito de esta revolución : “Somos la generación del yo no me dejo”, ”Somos más y no tenemos miedo” y “Nos enterraron y no sabían que éramos semilla”. Gracias de nuevo por esta magnifica crónica!

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