Máquinas de contraescritura, por Alejandra Castillo

Máquinas de contraescritura, por Alejandra Castillo

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El neoliberalismo avanza tomando espacios. Dicho de tal modo, se podría pensar que el neoliberalismo es una entidad definida, limitable a un objeto. Quizás como una máquina maligna que en su avance nos va arrebatando, uno a uno, los lugares que percibíamos lejanos de la lógica del lucro y la especulación. Esta imagen de la máquina tiene una ventaja. Nos da la posibilidad de situarnos a distancia, simples espectadores de una catástrofe que no iniciamos y que no tenemos ni la fuerza, ni los medios, ni las ganas suficientes para detenerla. Sin embargo, la imagen es falsa. La máquina neoliberal aprendió a tomar para sí acciones mínimas, se abastece del espacio de lo cotidiano. El avance de esta máquina necesita de nuestras pequeñas, no premeditadas —y hasta tontas— acciones. No tenemos ningún interés en hacer más grande esta máquina y, sin embargo, ahí estamos jugando a favor del neoliberalismo, haciendo lo necesario para que tome otros espacios.

Tenemos clara conciencia que la universidad ya está tomada. Todo lo que ocurre en el espacio de la universidad ha sido apropiado por los criterios de la certificación, la cuantificación y la indexación. No creo que haya sido distinto antes. La universidad siempre ha estado tomada por las prácticas y procedimientos de la racionalidad hegemónica. Habría que recordar, en este punto, que la universidad es el aparato ideológico del orden dominante. La universidad es la máquina que escribe dicho orden. No habría que abrigar esperanzas allí. O sí, tal vez, una, solo una, pero grande: esperar que los sentidos comunes que la universidad reproduce se vean tan profundamente alterados por otras máquinas de contraescrituras que terminen por hacerla reproducir otros sentidos, hablas y corporalidades.

Esas otras máquinas de contraescritura son las editoriales independientes, autónomas, artesanales, cartoneras. Sus nombres son diversos, su nominación no es lo importante sino lo que hacen. En tiempos en los que la pregunta de Lenin ¿Qué hacer? casi no tiene respuesta, que las editoriales independientes “hagan” ya es un gran mérito, aun cuando su “hacer” no responda, en ningún sentido, a un proyecto en conjunto, ni a objetivos compartidos, ni a búsquedas de resultados en común. A pesar que las editoriales independientes están del todo distantes de las lógicas de las militancias políticas, estas editoriales “hacen” y mucho.  

Estas pequeñas máquinas de contraescritura plantean su quehacer, precisamente, en los márgenes del cuaderno universitario. Estas máquinas intervienen la escritura de la universidad volviendo explícitos sus silencios y exclusiones con ensayos monstruosos que exceden cualquier recorte disciplinar; con traducciones inesperadas; con reediciones que con su simple vuelta a la actualidad complejizan el tiempo presente, su política y su corporalidad.

El político profesional de izquierda (siempre es él) desestimaría, sin duda, el poder de estas máquinas de contraescritura por su déficit estratégico o por falta de articulación. El político de movimientos sociales (sigue siendo él) las desestimaría por elitistas y, por ello, desconectadas de la “verdad” del pueblo. De tal modo, los políticos tradicionales de la vereda izquierda optarán, una y otra vez, por establecer alianzas eleccionarias en un marco comunicacional simple, directo y veloz ¿No funciona el neoliberalismo con las mismas coordenadas? ¿No están reproduciendo también las mismas notas tomadas del cuaderno universitario? Sí, sin duda, pero esto puede esperar —dirían los políticos profesionales—, lo importante es primero ganar el orden de la representación política.

A pesar de estos cortocircuitos con la política tradicional, las máquinas de contraescritura no se detienen y avanzan, de manera contagiosa, tramado complicidades, redes, encuentros, amistades y generosidades ¿Acaso las máquinas de contraescritura no han sido otra cosa que amistad?

¿Es posible catalogar, enlistar, acreditar o, derechamente, indexar estas máquinas de contraescritura? Sé que el neoliberalismo avanza tomando espacios nuevos en vistas de colonizarlos con su lenguaje y procedimientos. Las editoriales independientes se han mantenido al margen de la lógica de la “excelencia” y de la “calidad” que promueven la universidad y los sistemas de acreditación nacionales de ciencia y tecnología. Es parte de su política mantenerse al margen. Sin embargo, en el último tiempo se han venido desarrollado diversos proyectos cuyo objetivo es el establecimiento de criterios de medición de la calidad de las editoriales (prestigio, especialización, evaluación, etcétera). Uno de aquellos proyectos es, por ejemplo, SPI, Scholarly Publishers in Humanities and Social Sciences, desarrollado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España. El objetivo declarado de éste, por extraño que resulte, es volver a dar relevancia al “libro” caído en desgracia por el “paper”. Sin cuestionar la lógica de la cuantificación de los sistemas de acreditación universitarios actuales, SPI extiende esta lógica al espacio de la producción editorial. También la plataforma de indexación SCOPUS ha abierto la posibilidad de indexación de editoriales a pedido de los “propios editores”. El neoliberalismo avanza tomado espacios. La imposición no es su consigna sino el sometimiento voluntario.

Parte de este trabajo de indexación de editoriales ha sido realizado de manera espontánea, y sin ninguna necesidad, por las editoriales universitarias (públicas y privadas) que han venido abultado sus libros con inútiles páginas extras, llenas de listas de nombres en direcciones editoriales, comités consultivos, asesores, de evaluación…, “como si” fueran revistas indexadas (no lo son, claro, sólo buscan reposicionar el objeto libro en la circulación académica).

¿Las editoriales independientes se deberían oponer a esta extensión de la lógica de la cuantificación y la indexación? Y de hacerlo, ¿cuál sería el motivo, por qué resistir a esta lógica de enlistamiento? ¿Acaso el acceso a fondos públicos, la búsqueda de prestigio académico, la publicidad y transparencia en los procesos de selección y publicación de manuscritos, no son bienes que se deberían cautelar y promover? ¿No nos acercaríamos con la adopción de estos criterios a un reconocimiento y financiación que suponemos serio, según el modo en que se presentan aquellas editoriales europeas académicas enlistadas en sistemas de indexación que se presumen prestigiosos? Y de paso, ¿por qué no contribuir con nuestros esfuerzos a la puntuación de productividad de nuestras escritoras y escritores?

Asumir los criterios de cuantificación e indexación por parte de las máquinas de contraescritura sería ceder la crítica, la creación, la experimentación, e incluso el propio deseo de transformación, al capitalismo neoliberal. Dicho de otro modo, no habría ningún margen a la máquina de la universidad neoliberal, todo trabajaría para ella, para su particular régimen de comunicación y circulación. Sabemos que el neoliberalismo funciona con dinero y una de sus funciones es la estratificación. ¿Qué le ocurriría a las editoriales independientes en este contexto? No serían más que otra zona ganada por el capitalismo neoliberal.

 

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Alejandra Castillo. Doctora en Filosofía, profesora del Departamento de Filosofía de la UMCE y directora de la Revista Papel Máquina. Sus últimos libros son Crónicas feministas en tiempos neoliberales (Palinodia, 2019) y Matrix. El género de la filosofía (Macul, 2019). 

Imagen: Fotografía de la llamada máquina de Turing. Fuente desconocida.