El abismo como urgencia crítica, por val flores

El abismo como urgencia crítica, por val flores

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¿Cuál es el gesto crítico al que nos provoca Nelly Richard con este libro? ¿Qué apuesta y desafío de lectura nos propone al articular feminismos, estéticas travestis y teoría queer, sobre una figura intrigante y enigmática como es el abismo? ¿Qué sentidos tensan ese abismo y qué solidaridad de signos traza como desfasaje temporal, descalce narrativo, interface estética, haciendo de la memoria de los guiños críticos y subversivos la activación ferviente de una experiencia de lectura que tiembla y no cesa en su riesgo de anacronía o de ilegibilidad? ¿Será el abismo una noción operatoria y poética de desplazamiento entre tiempos heterogéneos el gesto al que nos convoca Nelly, como ejercicio de una memoria que hace colapsar la cronología para hincar el filo de su escritura en la intimidad profusa y profunda de un pasado que no se queda quieto en las entrelíneas de sus arabescos textuales?

A simple vista, con ese ojo automatizado en los clichés editoriales, este libro podría parecer una cuidadosa compilación de ensayos, prólogos y presentaciones de libros, pero como bien nos ha entrenado la escritura audaz, abrasiva y antidoctrinaria de Nelly, hay una torcedura barroca y un ensamblaje crítico que articula esos dos corpus teóricos y movimientos políticos que bien describe el subtítulo del libro: feminismo y teoría queer, y esa práctica estética y política como es la “metáfora travesti”, para citar sus propios términos. Una articulación que se va trastornando en sus resonancias cáusticas y que hilvana diferentes períodos temporales que van desde el texto inaugural del Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana escrito en 1987, vigente aun la dictadura de Pinochet, hasta el ensayo “Los extravíos de la cita cultural” publicado este mismo año 2018, en el libro Multitud Marica. Activaciones de archivos sexo-disidentes en América Latina.

Cada sección de las cinco que componen el libro nos propone revisitar un texto inaugural, confrontándolo en sus fricciones con el presente, diseccionando los antagonismos que diagraman las nuevas coyunturas políticas, económicas y culturales, ya sea mediante un postscriptum en algunos casos, o con textos más contemporáneos en otros. Ese gesto de reposición de una práctica artístico política (que puede ser una performance travesti como las creadas por Las Yeguas de Apocalipsis, la postergada proyección de un video porno en un evento feminista como intentaron Lotty Rosenfeld y Diamela Eltit, una entrevista mordaz a Pedro Lemebel, o un ensayo sobre lo femenino y lo latinoamericano como fuerzas de extrañamiento y desidentidad), se remodela críticamente al retorcer la memoria reciente, estrujando con fiereza un presente anestesiado y desmemoriado, fatigado por las dominancias de las metrópolis en sus modelos interpretativos de corte extractivista que siempre encuentran en América Latina “un caso” para fagocitar en su maquinaria de producción de subalternidad, y que Nelly se obstina en advertir sobre la capacidad predatoria de estas maniobras de poder y asimetría de saber.

En esta revisita de esos textos primarios le reintegra valor crítico a esas acciones sobre lo culturalmente pensable, auscultando siempre el escenario del presente en busca del desorden y la disputa con los marcos de normatividad del consenso, sea de la dictadura, de la postdictadura, de la izquierda, del feminismo. De este modo, Nelly arriesga aquí hasta su propia escritura, sus marcos de interpretación y corpus teóricos, poniendo de manifiesto la vulnerabilidad de la letra y sus marcos temporales, como cuando comenta la tardía recepción de la obra de Judith Butler para pensar la parodia de las performances travestis de las Yeguas del Apocalipsis, por ejemplo. Así, el tiempo se revela también como un horizonte normativo de lo que una escritura y un cuerpo pueden hacer y decir, y contra el que emprende una ofensiva la escritura de Nelly. De esta manera, la figuración del abismo replantea el escenario de los feminismos, la disidencia sexual y las prácticas artísticas para pasados y futuros posibles, y da cuenta de lo que una reflexión crítica puede provocar en su temporalidad.

A su vez, la escritura de Nelly, de ánimo díscolo y sustraída de toda lógica disciplinar, trama subrepticiamente una política de la amistad que, sin romanticismos ni condescendencia, discurre como un arte de la discrepancia, para afilar los argumentos, nos dice ella, y así aparecen entre sus líneas Diamela Eltit, Loty Rosenfeld, las Yeguas del Apocalipsis, Pedro Lemebel, Víctor Hugo Robles, la CUDS, Felipe Rivas San Martín, Lucía Egaña, Josefa Ruiz Tagle, Jorge Díaz, Johan Mijail…, entre otrxs, aunando entre escritorxs, artistas, fotógrafxs, activistas, un contagio visceral por el entusiasmo de socavar la imaginería política de la violencia estatal, capitalista, patriarcal, heteronormativa, colonial, mediática y partidaria.

Siempre lanzada a la aventura de hurgar y señalar el gesto contrainstitucional, el libro no escatima su sospecha y crítica a un feminismo esencialista y que propicia sólo una política para y de las mujeres, a la hegemonía académica de la teoría queer y sus pretensiones de capturar, universalizar y aplanar bajo su catálogo de excentricidades todo gesto que pervierta las normas sexuales y de género, a las trampas de la institucionalización que centrifuga las demandas feministas bajo un lenguaje de género higienizado y despojado de sus vectores críticos.

Abro un paréntesis y filtro una reflexión propia para llamar la atención de la operatoria de subsunción bajo el signo marica de obras e intervenciones que apuestan por otras identificaciones sexo-genéricas, y del poder de homogenización que ello supone. Esta mariconización de prácticas artístico políticas de un espectro variados de identidades o posicionamientos sexo-genéricos se viene reiterando en dossier, muestras y exposiciones, a veces como sinónimo de queer, y por lo menos amerita una pregunta que interpele acerca de quién está teniendo el poder de nombrar y qué constelaciones de sentidos se están enmudeciendo, considerando que, por ejemplo, el término lesbiana nunca ha tenido esa capacidad de nominación avasalladora.

En este escenario de explosión masiva a la que hoy asistimos de los feminismos en su enunciación pública y mediática, con el indeseado efecto deshistorizante y deshistorizado, me interesa destacar su posición feminista y su posición crítica en relación a sus movimientos y acciones.

Nelly nos habla del potencial disruptivo de la palabra feminismo, que es múltiple, siendo la suma combinada de acciones políticas, que habla distintos lenguajes según escenarios, y que no debería entenderse como un feminismo de o para las mujeres. Operando como modelo de crítica cultural, el feminismo debería apostar a una multiposicionalidad táctica, volviéndose necesario alternar repertorios de intervención para despistar. En especial, reafirma el valor de la teoría como práctica crítica, que nos impida reproducir pasivamente lo sedimentado como lugares comunes culturales, como ejercicio de contrainterpretación vigilante.

Y en estos escenarios temporales de una profusa producción teórica trans y travesti latinoamericana, su interpretación epocal del travestismo como metáfora, burla antipatriarcal, pose trucada, conversión sexual, parodia o mentira de la simulación, taconea polémica y arriesgadamente al sujetar a una interpretación estética, una identificación corporal que hace trizas el binarismo de género como marco que regula la inteligibilidad de los cuerpos, y que lo hace colapsar no solo en términos estéticos sino de cuerpos que en su cotidianeidad se vuelven invivibles por no ajustarse a los estándares normativos del género.

Desde el ensayo como campo de operaciones críticas y tradición insumisa, que descoloca los fraseos académicos y las convenciones del paper de la lengua de la normalización, este libro desborda los modos habituales del decir con su astucia batallante y nos arroja un glosario de figuras del desorden, distintivas de su escritura, como: fugas, reversos, deambulaciones, desidentidad, relieve plural, zona de riesgos, desborde, despliegue insurgente, irrupción, vector de antagonismo, fuerza de descentramiento, desmontaje, desestabilización, excedentes rebeldes, insubordinación, dislocación paródica, torcedura, contraposición, choque violento, erosionar los márgenes, desacomodo, arrebatos de marginalidad contestataria, subversión analítica, fisuras críticas, mutación vertiginosa, divergencia de sentido, fuerza de desarreglo, ambigüedad y contaminación, inflexiones del lenguaje, contraste intensivo, territorios de enfrentamientos, potencia de interpelación, descontrol de la identidad, sacar de quicio, profanación de nombres, exacerbar los límites, descomposición, errancia sexual, vagancia artística, fuera de libreto, sedición literaria, juego de réplicas, inflamar el alfabeto, flujos erráticos, vocabularios desintegrados, desprogramar el guión, tumultos de lo clandestino, fuerza dinamitadora, colisión discursiva, solo por mencionar algunas.[1]

En la hondura crispada de ese abismo y su pulso convulsionado de tiempos en disputa que abre la escritura de estos ensayos, quisiera detenerme en la materialidad áspera del recuerdo, en esa imagen borrosa de la fotografía en blanco y negro de la inauguración del Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana en 1987 (que se encuentra en la página 11 del libro), surcando el fuera de foco, donde se difuminan los contornos de los cuerpos y casi como un efecto de photoshop, los rostros de esas mujeres se han eclipsado en un blanco opaco sin relieve ni textura. Esa imagen puesta a trabajar en un diálogo oblicuo con el último fragmento del párrafo que cierra el libro, en la página 225, que dice: “sus puestas en escenas eligen las ubicaciones ‘inciertas’ del fuera de marco”, nos habla de ese trabajo revulsivo de la memoria como máquina de interpelación vertiginosa que se resiste al ordenamiento y no cesa de preguntar al presente cómo procesar los restos de los desórdenes sexuales y artísticos de cada tiempo, para conspirar contra toda fijeza interpretativa y urdir su efecto reparatorio de esos rostros que van cobrando nombre y cuerpo en el vibrar de la escritura y revuelo escénico en los debates encendidos de los feminismos y las escrituras.

Es el gesto del abismo el que nos propone Nelly, no como algo dado de antemano, sino como condición crítica del presente que reclama la urgencia ética y política de mirar y escribir “fuera del marco”, tal como actúa el poder: sin vocación sedentaria.

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[1] …deflagración semántica, brecha disociativa, irregulares combinaciones, vía exabrupta del sobresalto, cita fuera de contexto, referencia desinsertada, fuerza de contraste, marginalidad contrainstitucional, puesta en litigio, forcejeos entre controles normativos, divergencia de apreciación, desregular el centro de autoridad, disidencia creativa, descoincidencias, desbaratar la ficción, revuelos eróticos, burla de la privacidad, mezcla heteróclita, revoltura de hablas, geografías vagabundas, experimentación revoltosa, indisciplinamiento creativo, reorientar los usos, frustrar el control investigativo, revueltas de imaginarios, pervertir la dicotomía, descolocar el marco de recepción, baches de no comprensión, ruptura de entendimiento, cortocircuitos, traducciones imperfectas, entre muchas otras.

Texto de presentación del libro de Nelly Richard, Abismos temporales. Feminismo, estéticas travestis y teoría queer. Santiago de Chile: Editorial Metales Pesados, 2018. V Jornadas Historia, géneros y política en los 70. “En los desbordes de una década intensa”. 6 al 9 de noviembre de 2018. Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género. Facultad de Filosofía y Letras. UBA. Centro Cultural Paco Urondo. Una segunda lectura fue realizada en el 5º Circuito de Disidencias Sexuales, realizado por la CUDS en Valparaíso profundo el 24 de mayo de 2019.

 

val flores es escritora y activista de la disidencia sexual tortillera feminista maestra. Autora de Tropismos de la disidencia (Santiago: Palinodia, 2017).

Imagen: Isidora Bravo. Un polvo cuico, 2018. Serie de 3 polveras Yves Saint Laurent grabadas con láser. 

Fotografía: Jaime Contreras, 2018.