Mester de Mercadería, por Claudio Guerrero Valenzuela

Mester de Mercadería, por Claudio Guerrero Valenzuela

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El título, por cierto, puede resultar engañoso. Pero tampoco tanto. Me explico. Tal vez tenga relación con los oficios y engranajes textuales a los cuales Gaspar Peñaloza (Viña del Mar, 1994) ha recurrido a lo largo de su producción literaria, entre la poesía, la narrativa y el ensayo, siempre experimentando con el lenguaje, siempre inquieto en la apertura hacia nuevas reflexiones sobre el quehacer poético, siempre en el afán dialéctico que, como espiral, nos lleve a insospechadas síntesis.

Y tampoco se aleja demasiado de una idea de la materialidad. Quisiera partir por esto. Compraventa (Editorial Aparte, Arica-Santiago, 2024) debiese comenzar a ser leído, tal vez, desde ahí. Se trata de un libro hecho a mano, por lo que cada ejemplar es único. Cocido, impreso y pegado por el propio autor, emana desde ese gesto una artesanía que se vuelca sobre el objeto mismo y sus procesos de construcción. Dicho de otra manera, la tinta, el papel, la tipografía escogida, el diseño de portada e interiores, todo, absolutamente todo forma parte de la concepción del poemario y sus principios constructivos. Es un libro que también se lee por el soporte por el cual ha sido concebido, por lo que también debe ser comprendido desde esas horas de trabajo.

Luego, leemos en la parte final del libro: “La serie Papel Maché viene a cumplir el sueño de Editorial Aparte de hacer circular libros de manera gratuita, siguiendo la intuición de ‘algo gratis recibido, gratis repartido’. Movidos por ese lema, les invitamos a mostrar, reproducir, copiar y dar a conocer estos poemas. Por lo mismo, les pedimos no vender este libro comercialmente”. Y es ahí cuando el eje constructivo se engrana con el eje de la circulación. No es un arte que se venda ni uno para ser consumido, a propósito también de la cita de Pier Paolo Pasolini en el colofón, sino que para ser distribuido sin propósito comercial alguno, sin ánimo de sacar rédito. Dice Pasolini: “Dicen que el sistema se lo come todo, que lo asimila todo. No es cierto, hay cosas que el sistema no puede digerir. Una de ellas, por ejemplo, es precisamente la poesía”. Y claro que tiene toda la razón. La poesía como valor de uso y no como valor de cambio.

Esto nos permite volver al Mester. El arte. El oficio. La palabra poética y cierto sentido que se pone en juego tras esa palabra. Y apunto: el poema como una transacción inútil. Un intercambio. Un juego de toma y daca, con un yo oblicuo, desplazado, afuera del templo, junto a otros extraños mercaderes. El poema como el escenario de un trueque. O, como un lugar idealizado para el potlatch. Donde Autor se despersonaliza y fantasmea. Y regala. Y donde Lector/a se asombra, interroga, y se queda con algo, inmaterial. Eso residual. Ese gasto del que alguna vez habló George Bataille. Ese resto. Todo eso, tal vez, es el sencillo que queda de la transacción. El vuelto. Y Gaspar nos invita a quedarnos con ese vuelto. Es el obsequio de la lengua poética.

De esta manera, Compraventa reafirma algunas de las concepciones actuales de la poesía que, con cierto grado de conciencia, se sitúan a contrapelo del ritmo del capital, proponiendo otro ritmo, otro roce, otras voliciones, otra forma de vida, en suma, que poco o nada tiene que ver con ese allá afuera comercial, pragmático, meramente -y fríamente- transaccional. Voliciones que se relacionan, más bien, con los residuos, la huella, la reminiscencia, la hoja que envolvía la hamburguesa, la caja de frutas, el nylon o el señuelo con forma de camino. El resto, el gasto, de un ritmo-otro de carga y descarga de mercadería, sin metas de cumplimiento. Sin pretender llegar a ser el empleado del mes.

Compraventa, entre otras cosas, es un libro que releva el trabajo de la poesía. Desde su materialidad y desde el lenguaje, para renovar las antiguas credenciales, sus tradicionales e históricas medallas: la instauración de otro tiempo. Es ahí cuando la escritura emerge como gratuidad. Un arte que no pide nada a cambio. Solo lectores, compañeros y compañeras de juego, reunidos en torno a una no del todo utópica comunidad de habla que reclama bares y conversación, desplazamientos sin objeto por la geografía, talleres, casas, afectos. Desplazamientos y giros, en definitiva, hacia el reverso de las lógicas hegemónicas de intercambio comunicativo y económico actuales que nos mantiene anestesiados o extremadamente preocupados por la materialidad concreta del dinero, tan lejos de las sabias enseñanzas de la lengua poética.  

 

Agua Santa, agosto de 2024.